El trabajo es una de las actividades de mayor relacionamiento social que el ser humano ha inventado, y por cierto una de las características que nos distingue de otras especies. A través del trabajo, asistimos a nuestras necesidades materiales y nos aseguramos bienes y servicios indispensables para el sustento de la vida.
Aún siendo afirmaciones correctas y necesarias, muchas veces no nos damos cuenta de que también es una actividad privilegiada para expresar nuestro potencial y entrar en contacto con nuestras aspiraciones más movilizadoras. Pasamos un tiempo significativo de nuestras vidas en el lugar de trabajo y, por lo tanto, creemos que este locus debe ser lo más justo y amable posible, entendiendo que su construcción es una tarea sin fin.
Se espera que un alto ejecutivo cumpla su mandato entregando resultados financieros. En Affectus argumentamos que el líder excepcional es aquél que además de alcanzar las metas, hace crecer, toca almas e inspira a otras personas con quienes se relaciona. Es aquél que tiene la vista puesta en esta dimensión ética, quien no tiene el alma tímida y está dispuesto a errar buscando elevar la calidad de vida de otras personas.
Liderar con emoción requiere abandonar certezas, y muchas veces nos hace sentir frágiles y vulnerables. Por otro lado, hacerlo desde la seguridad del nunca atreverse, desgasta y no inspira a nada sobresaliente. Hay un justo equilibrio que debe ser buscado permanentemente, porque la tiranía de la normalidad es cuando un ejecutivo decide no arriesgarse.
Mientras existan hombres y mujeres con ánimo de ejercer tan noble misión, existirá esperanza que lograremos construir empresas más humanas y sostenibles. Nos apasiona acompañar a estos valientes ejecutivos, comprometidos a liderar con afecto.